miércoles, 3 de septiembre de 2008

Transparencia y personalidad

Ya tocaba un post dedicado a una bebida, no vaya a pensar el público que el que suscribe es abstemio. Nada más lejos de la realidad. Y una bebida a la que tengo una especial afición es el vodka (lo de wodka con "w" lo dejamos para los polacos), que es, además, una de esas bebidas sobre las que parecía que estaba todo inventado (si no era ruso, tenía nombre ruso, y se bebía con naranja), pero que últimamente es protagonista de múltiples novedades.

Esta transparente bebida alcohólica se obtiene por destilación, utilizándose en su elaboración patata, trigo, tapioca y cereales de alto contenido en almidón.

Como ya se ha dicho, estábamos acostumbrados a los vodkas rusos como Smirnoff (tiene una variante "Black" muy curiosa), Moskovskaya (para mi, el mejor de los baratos, baratos) o Stolichnaya (cuya variante "Elit" merece la pena).

Curiosamente, su nombre significa "agua", o más exactamente, "agüita" (hay que joderse, pensará más de uno), en honor a su transparencia, suponemos.

Rompieron "el cerco ruso" en primer lugar las nórdicas Finlandia Vodka y la sueca Absolut, esta última con un diseño impecable, una apabullante variedad de vodkas aromatizados (vainilla, limón, mandarina, pimienta, frambuesa, etc.) y una estrategia de marketing admirable, que, entre otras acciones, nos regala con el continuo lanzamiento de ediciones especiales, que muchos coleccionan (Absolut Disco, botella con espejitos tipo bola de discoteca; Absolut Colors, en un envoltorio arco iris, lanzada con motivo del Día del Orgullo Gay; Absolut Bling Bling, la que podría ser la botella de Goldfinger; etc.).

Después de la revolución nórdica, llegó la moda de los vodka premium, inaugurada por los vodkas franceses, como el Grey Goose, calificado como mejor vodka del mundo por el Instituto de Cata de Bebidas; el Citadelle, obtenido del trigo; el Nuage, destilado seis veces y filtrado tres; el Kremlinskaia; el Maxim's, de la famosa casa parisina; o el Ciroc, que toma como materia prima uvas de las especies Mauzac Blanc y Ugni Blanc de las regiones vitícolas de Gaillac y Cognac, y que utiliza en su elaboración, técnicas de maceración tomadas de la viticultura.

Hoy día encontramos vodkas que vienen de los más diversos lugares. Unos vienen de Europa Central, como el Xellent, uno de mis favoritos, que demuestra que en Suiza no todo son bancos y quesos (sí, es esa preciosa botella roja con una cruz blanca que siempre llama su atención desde la estantería); el Luksusowa, un wodka premium polaco de patata; el alemán Feigling, de higo; o el Monopolowa, austríaco y de patata.

El Norte y Escandinavia siguen siendo referencias, y de allí vienen el sueco Level, que presume en la misma botella de ser "de los fabricantes de Absolut", y que cubre, con marca distinta, el segmento premium; el noruego Christiania, que presume de ser el más suave del mundo; el escocés Valt, un curioso single malt vodka; el británico Vampyre, de color rojo; el danés Danzka, reconocible por su botella metálica de aluminio; los holandeses Ketel One y Van Gogh, con una amplia gama de aromatizaciones; o el finlandés Koskenkorva, de cebada.

Más exóticos pueden resultar los vodkas americanos, como los estadounidenses Trump, una creación del millonario y abstemio Donald Trump, que se autodefine como "The World's Finest Super Premium Vodka" (lo que sugiere un precio muy alto y, seguramente, más marketing que realidad tangible), y SKYY, que ha asociado su imagen a Sexo en Nueva York al patrocinar la premier; el canadiense Banff Ice; o el colombiano Montesskaya, que se hace con un coupage de cereales.

Tampoco renuncian a hacer buenos vodkas en el Lejano Oriente, donde encontramos el japonés Banzai de los chicos de Suntory, también autores de un maravilloso whisky, el Suntory Royal, que dejan claro que los japoneses se atreven con todo; o el indio Be High.

Incluso en nuestras antípodas se atreven con este aguardiente con resultados reseñables, como ocurre con el australiano Boomerang.

E igual que han cambiado los orígenes, han cambiado los hábitos de consumo de esta bebida, que de estar prácticamente relegada al siempre delicioso Bloody Mary y al Destornillador, ha pasado a tomarse con tónica como trago largo, a ser profusamente utilizado en el nuevo auge de la coctelería, y a tomarse on the rocks en sus variantes aromatizadas, dentro de las cuales lo último de lo último es el sabor a chocolate, como el Goldenbarr, primero que abrió esta tendencia.

Ahora, que nada como tomarlo sólo, sacado del congelador ligeramente granizado, y acompañando al caviar.

Y es que si se dice que algo tiene el vino cuando lo bendicen, algo tendrá el vodka cuando James Bond era tan aficionado ("Martini con Vodka mezclado, no agitado", recuerden).

Foto: ¿Cómo resistirse a un cóctel preparado con vodka? Delicioso y de belleza impactante.

1 comentario:

  1. Me gusta el vodka, tengo alguna de esas ediciones de Absolut (medida de marketing inmejorable, sobre todo porque son carcasas reutilizables), y sólo por él, helado, osaría yo desligar el caviar del champagne.

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