lunes, 2 de noviembre de 2009

BACUSº


Han sido muchas las dudas que he tenido antes de publicar este post, ya que no puede ser en absoluto objetivo, ya que soy uno de los socios. Pero estoy tan orgulloso del resultado, que finalmente me he decidido.

BACUSº es un gastro-bar que nace del entusiasmo de cuatro amigos pr la gastronomía, la enología y la restauración. El chef Alejandro Sánchez (de Restaurante Alejandro, de cuyas maravillas ya les he hablado), los dos socios de Selectos (la mejor bodega y tienda de delicatessen de la provincia de Almería) y el que suscribe, que participa minoritariamente.

¿Y qué puede encontrarse en BACUSº? Pues, básicamente, lo que a nosotros nos habría gustado encontrar en un local y que nos faltaba en otros.

En primer lugar, y en honor al Dios romano del Vino del que tomamos el nombre (Baco, o Bacchus), una carta de vinos distinta y extensa, variada y muy trabajada. Más de cien referencias, con más de una docena de champagnes, vinos de diversas denominaciones (e, incluso

, caldos que no pertenecen a ninguna D.O.), y un rango de precios que v arranca en los 12 € y acaba más allá de los 150 €.

Aunque también puedes optar por "chatear", tomar el vino por copas, y elegir entre una amplia variedad de caldos: dos cavas, un champagne, tres blancos, siete tintos, una manzanilla, tres vinos dulces...

Para seguir, una carta equilibrada y atractiva diseñada por Alejandro Sánchez y ejecutada por dos estupendos cocineros que vienen de un "1 estrella Michelín" de Madrid, cuyo denominador común es el concepto de "lujo asequible", y en la que tienen un papel protagonista los pinchos, casi todos ellos muestras en miniatura de cocina de autor, con guiños a la materia prima pura.

Tres ensaladas (césar, ventresca de atún y de mozzarella y tomate seco), tres carnes (chuletón de buey, solomillo de vaca y presa ibérica) y tres pescados (tataki de atún, bacalao con tomate y bacalao en purusalda) acompañan a los pinchos, y también a las raciones para compartir, también de alto nivel creativo y de gran calidad.

No se trata, en modo alguno, de una carta cerrada, sino dinámica, pues va cambiando, aprovechando las estacionalidades y los productos que cada época nos ofrece en su punto óptimo.

En los pinchos, homenajes a los grandes (¿¿Tortilla de patatas???, nuestra versión de la torilla deconstruida de Adriá, servida en copa de martini), reinterpretaciones de clásicos (del remojón alpujarreño, un salmorejo con mojama o una ensaladilla rusa con espuma de mayonesa), cocina elaborada (mini hamburguesa con rucola y salsa tandoori, sardinas com frambuesa, scamorza con trompetas de la muerte o huevo escalfado con chistorra y patata) y materia prima pura (ostras "on the half shell" y navajas con mojo verde).

En las raciones para compatir, las innovaciones mandan, aunque no nos olvidamos de algunos clásicos ni de los buenos materiales que hay en nuestro país. Entre los platos creativos, el curry de carrillada de ibérico, la pastela rifeña de pularda, el huevo escalfado sobre migas de pastor y guiso de ortiguillas, "haciendo manitas" (de cordero) con setas de temporada y la pluma ibérica con verduras y salsa de pan. Entre las raciones más cláiscas, el jamón ibérico de bellota, las anchoas doble cero, los berberechos XL de las Rías Baixas al ajillo, el carpaccio de solomillo de ternera o las croquetas de jamón ibérico.

Para rematar, una carta de postres muy cortita: surtido de quesos, soufflé de chocolate con helado de bulgur, "il vero tiramisu" y quesada pasiega.

Un punto importante es la coherencia de los precios, que es el verdadero "quid de la cuestión" en lo que a hostelería se refiere, o así lo entendemos.

Y, por supuesto, un cuidado extremo en cada detalle.

Hemos creado un espacio tremendamente acogedor y, a la vez, elegante y cool (como podéis comprobar en las fotografías colgadas en nuestro blog). del que estamos tremendamente satisfechos, y que hemos de agradecer al buen hacer de Raquel García Solís (gran profesional y socia de Clysa), que nos ha regalado algo muy especial.

El menaje, la cubertería, el mobiliario, los manteles de cuero negro... todo se ha elegido con mucho cariño. Especialmente la cristalería, de Schott Zwiesel.

Y, en definitiva, hemos conseguido lo que queríamos: el bar al que nos gustaría ir.

Foto: Nuestras sardinas con frambuesa, sobre la barra de nuestro local.

jueves, 14 de mayo de 2009

Vamos de ronqueo


Dicen del atún que es el cerdo del mar. Hay mil cortes, todos magníficos y distintos, y nada se desperdicia de él. Y en estos días tenemos la suerte de que es la época en que los atunes rojos atraviesan nuestras aguas sureñas en su camino del Atlántico al Mediterráneo para aparearse (haciendo buena la canción de Rafaella Carrá). Sin embargo, tenemos la, digamos, mala suerte de que son muy poquitas las capturas que se autorizan, por lo que las piezas pasan a ser las joyas de las lonjas.

En todo caso, quizás no hablaría de esto si no fuese porque Alejandro Sánchez (del que ya os hemos hablado en este blog, y que regenta un magnífico restaurante en Roquetas de Mar) me llamó el viernes y me preguntó sí quería ver el pequeño ejemplar de cuarenta y tantos kilos que había comprado, del iba a realizar el "ronqueo" (que ha documentando gráficamente, y del cual algunas fotografías ilustran este post).

Uno, que es aficionado a la cocina y que, además, no tiene miedo a preguntar, aceptó ipso facto, y después hizo tres preguntas: cuándo, dónde y qué era el ronqueo. Las respuestas, que ya, que en su restaurante y que el ronqueo es el nombre que se da al despiece del atún, que en Cádiz alcanza la categoría de arte (recomendamos ver este video, en el que el chef Manolo Rincón, con golpes certeros de su cuchillo, deja patente que no es su primer ronqueo, y que mejor no enfadarlo).

Así pues, acompañado de mis retoños (hay que formar cantera) me planté allí a eso de las 6 y media de la tarde y disfrute durante un buen rato de cómo él y otro gran chef (no les digo más, había allí dos estrellas Michelín, una actual y otra futura) iban sacando, con precisión de cirujano, los diferentes cortes del atún: lomo (ideal para sashimi), morrillo (para tomar cocinado), ventresca (para la plancha), solomillo (para un buen tartar), cola blanca, cola negra, tarantelo, parpatana (un corte delicioso y poco usual de encontrar), ... (aquí podéis ver cómo se reparten esos manjares por el cuerpo del thunnus thynnus). Un verdadero espectáculo. Y ese atún, que como diría una abuela, "daba Gloria verlo".

Añadiré que, además del alimento para el espíritu que supusieron la experiencia y la parte didáctica del tema, tuve la recompensa material de un trozo "cortado al momento" coronado con unas breves escamas de sal Maldon. Y que me perdonen las autoridades sanitarias, pero prefiero coger un anisakis a perderme el placer del atún recién pescado crudo.

¿Que cómo se lleva a cabo el ronqueo? Pues miren, me van a permitir que no me extienda y les remita a un blog que en cuatro partes (1, 2, 3 y 4) explica el ronqueo con ilustrativas fotografías con una claridad que me resultaría insuperable. Por cierto, que he podido saber que en Conil hay una "Ruta del Atún" que comprende varios restaurantes que ya estoy deseando hacer.
En todo caso, mi intención, más que ponerles los dientes largos, es ponerles sobre aviso de que al atún rojo nos visita, y sólo por unos días. Así que, aprovechen. Porque, además, del atún está bueno todo (con una ventresca o un trozo de morrillo se puede rozar el cielo).

Y, si por casualidad están cerca del Almería y/o pueden acercarse a Restaurante Alejandro, háganlo, porque en estos días nos deleita con unas jornadas que, con gran acierto, y jugando sobre la idea de que el atún es el cerdo de los mares, han bautizado como "Del atún, hasta los andares". En el menú, que se abre con una ostra de tamaño admirable, hay un tartar de atún con aguacate, un sashimi con espárrago blanco a la plancha, un tataki colosal, un morrillo en caldo de atún ahumado brutal y una apoteósica ventresca que se deshace en la boca y se transforma en lágrimas de emoción.

Fotos: Ronqueo de un 'pequeño' ejemplar de cuarenta y tantos kilos (el más pequeño que esa mañana se vendió en la lonja de Roquetas de Mar).

jueves, 9 de abril de 2009

citiZ, el último capricho de Nespresso


Y ahora, ¿qué hace una urbanita como yo sin una citiZ que echarse a la taza? Nespresso nos vuelve a seducir, esta vez con una nueva máquina, más esbelta que las anteriores y, de paso, más pequeña. Este detalle no pasará desapercibido para nadie, seguro, aunque lo que la hace especialmente irresistible es su diseño, una delicada evocación del skyline neoyorkino.

Como en otras ocasiones, Krups y DeLonghi -Siemens no, al menos de momento- son los fabricantes encargados de hacer realidad la nueva cafetera. Esta vez sus creaciones comparten una imagen más homogénea que la de anteriores modelos, siendo el detalle diferencial más apreciable el grifo: el de la primera semeja una gota, mientras que la segunda ha optado por el de estética más clásica -curiosamente muy parecido al utilizado hasta ahora por su competidora-.

En ambas marcas podemos encontrar la máquina citiZ, de un solo cabezal (en teja o grafito si elegimos Krups y en negro o crema -un toque muy '50s- si preferimos DeLonghi); una opción doble, citiZ&Co (primera ideada para el hogar); y la citiZ&Milk, que se presenta en una plataforma que integra un Aeroccino, lo que permite preparar espuma de leche, tanto caliente como fría. Los precios, respectivamente, son 179, 329 y 249 euros, con independencia del fabricante. 

En todos los casos la rejilla sobre la que se coloca la taza es adaptable para poder colocar un vaso de macchiato.


La citiZ está ya a la vista de todos en tiendas, la web de Nespresso y, claro, el anuncio de la firma con George Clooney como protagonista, que se está reemitiendo en televisión con la inserción de la nueva máquina entre los fotogramas que ya hemos visto todos. Ah, para animarnos a comprarla, la casa ha reeditado para este nuevo modelo la oferta de devolución de 50 euros.

Bueno, yo seguiré queriendo a mi Essenza pero... ufff...

Imágenes: Arriba, las nuevas citiZ. Abajo, la imagen de la máquina tal como la marca la usa en su publicidad, mimetizada con los rascacielos de la Gran Manzana.

viernes, 13 de marzo de 2009

Nespresso estrena 5 nuevos Grands Crus


Cuando todos esperábamos su nueva Limited Edition, Nespresso nos sorprende con el lanzamiento de cinco nuevos Grands Crus, tres Espressos Pure Origin y dos Lungos, 5 Revelaciones de los sentidos, como la casa ha llamado a estas incorporaciones.

Nespresso propone a los amantes del café intenso tres variedades de origen puro: Indriya, de India, "enérgico y picante", un intensidad 10 que promete sensaciones sorprendentes; Rosabaya, de Colombia, "afrutado y equilibrado", un fuerza 6; y Dulsâo, de Brasil, "dulce y suave", con intensidad 5, que sospecho será mi favorito porque de allí proceden los cafés que suelo preferir.

Para quienes disfrutan más con un largo, las novedades que se suman a esta gama son Fortissio Lungo, "rico e intenso" (fuerza 7) , y Finezzo Lungo, "floral y refrescante" (intensidad 3). Este último en realidad es una variación del Finezzo, que desaparece; el sustituto pierde un grado de intensidad y, lo mismo que los otros largos, ve actualizada su imagen al pasar a presentarse en cápsula de color satinado. De hecho Nespresso aprovecha para introducir ese cambio en todas las variedades que editaba en mate y así pone al día su imagen.

Los tres Pure Origin son un poco más caros que los Grands Crus habituales, 3,70 euros la caja con diez unidades (los espresso, 3,30 euros la misma cantidad y los lungo, 3,50 euros la decena).

Nespresso aún no ha actualizado la información de sus lanzamientos en la web (de hecho siguen hablando de sus "12 grandes cafés"), aunque ya pueden comprarse, así que, ¡a catar tocan! Ah, por un pequeño tiempo sigue disponible el Finezzo que se retira.

Las palabras de presentación de cada nuevo espresso son evocadoras: Indriya, con notas de cacao, pimienta, nuez moscada y clavo, procedentes de las especias que se cultivan alrededor de la plantación de su procedencia, es "enérgico como la lluvia del monzón" y se presenta en una cápsula de color gris verdoso; Rosabaya, "brillante como la flor de orquídea", en un rosa suavísimo, tiene aromas frutales, con reminiscencias a vino (grosella negra, arándano y grosella roja); Dulsâo, en un delicado dorado, voca la miel, la malta y el sirope de arce, "una caricia como la de los rayos del sol", "rara y voluptuosa".

También las de los lungos: Fortissio Lungo, "rugiente como la fuerza de un volcán", tiene una base amarga, sobre la que resaltan los matices vegetales y amaderados, y Finezzo Lungo, que conjunta azahar, jazmín y bergamota, es "delicado como un ramo de jazmines".

Irresistible, ¿no?

Foto: El nuevo Rosabaya, un Pure Origin de Colombia.

miércoles, 25 de febrero de 2009

El whisky de malta (y II): La espera, la intervención angelical y la elección del gran final


Habíamos dejado nuestro cut en las barricas, curándose, envejeciendo.

Habrán de pasar, al menos, tres años para que podamos decir que tenemos whisky, aunque lo normal es que se deje envejecer más tiempo. Transcurrido este -3, 12, 15, 18, 21, 30 años-, llega el momento de abrir las barricas. Nos encontraremos con que no está todo cuanto allí pusimos. Falta, como ya apuntaba nuestro amigo Blogolist, la parte de los ángeles (the angels' share), que es lo que, a través de la madera, se va evaporando, y que en un whisky envejecido unos 30 años puede llegar a un 75%.

En ese momento el whisky suele tener entre 50 y 65 grados de alcohol. Y a partir de aquí hay que tomar varias decisiones de cómo vamos a embotellarlo.

Podemos, aunque es lo menos habitual, hacerlo tal y como sale del barril. Estaríamos ante un barrel strength. Son muy pocas las destilerías que comercializan este tipo de whisky. Lo más normal es bajarle el grado alcohólico, de una forma tan sencilla como añadirle agua (cristalina y de manantial, por supuesto), para que nos quede un whisky de en torno a 40º de alcohol.
Si embotellamos whisky de una sola barrica, estaríamos ante un single cask o single barrel, si bien esto no es tampoco lo más habitual.

Lo normal es combinar varios whiskies. En este caso, la antigüedad marcada en la botella será la del más joven de ellos; esto es, si nos ofrecen un 15 años, quiere decir que ninguno de los whiskies utilizados en la mezcla tiene menos de esa edad, aunque seguramente la mayor parte de la composición tenga más.

Aquí pueden darse dos casos: que todos los licores mezclados sean de la misma destilería, en cuyo caso estaríamos ante un single malt, o que procedan de varias, y entonces hablaremos de un pure malt o blended malt. En el primer caso, el nombre del whisky suele ser el de la destilería. En el segundo, obviamente, no. No obstante, no se llamen a equívocos, pues hay excelentes pure elaborados por pequeños embotelladores independientes que mezclan maltas de las destilerías más prestigiosas, obteniendo unos caldos maravillosos, como el Monkey Shoulder (que se nutre de barricas elaboradas por Glenfiddich, Balvenie y Kininvie). Otros pure malt bien conocidos son Hankey Bannister (el favorito de Sir Winston Churchill) y el Johnnie Walker Green Label, en cuya etiqueta podremos encontrar los nombres de las destilerías de origen de los whiskies utilizados en su elaboración, como Talisker -cuyos caldos bebe, con buen criterio, el chico de Laura- o Caol Ila). Por eso la aventura comienza leyendo la etiqueta.
¿Forma de degustar un malta? Pues, a elección del agraciado bebedor: solo, con unas gotas de agua o con hielo -en este caso, se recomienda un sólo cubito y bien grande, que no se derrita con facilidad-.

Ahora, la cata,  como toda la vida de Dios: en copa de cata -aquí la llamamos catavinos-, y en sus cinco fases de rigor: vista, nariz a parado, nariz en movimiento, paladar y retronasal. ¿Me permiten un juego? Preparen tres whiskies distintos. Cátenlos como hemos dicho, en cinco fases. Cuando hayan terminado con el último, vuelvan al primero y al segundo. Las notas olfativas y gustativas habrán cambiado.

Para terminar, sólo decir que las dos grandes regiones del whisky de malta son Speyside (de donde son, por ejemplo, Benromach -a algunos de cuyos productos dedicaré pronto un post-, The Macallan o The Glenrothes), e Islay (de donde son Lagavulin, la ya mencionada Caol Ila o Bowmore). Serían los Rioja y Ribera del Duero, sin perjuicio de otras denominaciones. Los Speyside se caracterizan por su elegancia, complejidad y toques ligeremente ahumados. Los Islay se hacen en unas islas azotadas por el mar, los vientos y la lluvia, y son caldos con notas saladas, yodadas y fenólicas. Una delicia, oiga.

Y ahora, vayan y disfruten. Y guárdenme algo, que aunque no sea un ángel, creo que merezco también mi parte, ¿no?

Foto: Una copa de whisky preparada para la cata.

sábado, 21 de febrero de 2009

El whisky de malta (I): El proceso


Hace tiempo que tenía en cartera un post sobre un whisky muy especial de la firma Benromach que recientemente descubrí. Pero hace unos días me invitaron a una cata de varios productos de la casa Glenfiddich y me di cuenta de que unas entradas previas sobre el whisky de malta y alrededores aumentaría el posterior disfrute de los post sobre destilados concretos.

Dicen del whisky que lo inventaron los irlandeses, lo mejoraron los escoceses y lo jodieron los americanos. Y aunque supongo que en la isla de Malta harán whisky, no nos referimos a ese, sino al que se elabora en Escocia con cebada malteada.

El proceso de malteado consiste en la previa germinación de la cebada (que puede ser de cualquier procedencia, incluso países del Este), a fin de que el almidón se transforme en azúcares. Esto se hace empapando el grano, cambiándose el agua a diferentes temperaturas 3 ó 4 veces a lo largo de unostres días. Después, el proceso de germinado sigue de 10 a 15 días en los que el grano se coloca en unas cajas o cilindros en los que se insufla de forma continua aire caliente y seco (antiguamente se extendía el grano en un suelo de madera en un habítáculo caliente y seco, pero se ha abandonado).

Una vez alcanzado el grado óptimo de azúcar, se pasa el grano a unos hornos de carbón, donde el intenso calor paraliza la germinación, y así queda convertida la cebada en malta. Al carbón se añaden diferentes dosis de turba, que produce un humo que hace que el grano se impregne de un sabor ahumado muy característico (Lagavulin, por ejemplo, hace unos whiskies muy ahumados).

Tras esto, se deja la malta enfriarse durante unas semanas, se muele y después se procede al mashing, consistente en añadir a la malta molida agua caliente, dejarla unas horas, y sacar una especie de zumo de malta. Este proceso se repite varias veces y tiene como objetivo sacar el azúcar del grano.

A ese mosto se le añade la levadura, y se deja fermentar durante unas 48 horas, cuidando de que la temperatura no suba de 34ºC, pues esto cortaría la fermentación y se obtendría un grado alcohólico muy pobre. El resultado es una especie de cerveza llamada wash, que se somete a destilación.

La cabeza y la cola del fruto de la destilación se desechan (son los llamados low wines, de menor calidad y grado alcohólico, que se vuelven a añadir a otros wash para una nueva destilación, separándose el corazón de la destilación (el spirit).

Debe destacarse que desde el mosto entra en una cuba cerrada y sellada, una vez se le añade la levadura, y que esa misma cuba ya tiene la salida para el alambique, siendo imposible todo acceso al wash. Esto obliga a elegir a ojo -de buen alambiquista, en este caso- el lugar donde hacer el corte, calculando dónde empieza y donde acaba el spirit,  así que el buen criterio y pericia artesanos resultan vitales.

El spirit se somete a una segunda destilación. Como en el caso anterior, las cabezas y colas tienen menor calidad, y se añaden a los low wines para someterlos, de nuevo, a la primera destilación. Las cabeceras de esta destilación se denominan foreshots y las colas, feints, mientras que el corazón (o sea, la cremita o "lo pata negra" que diríamos en España) se denomina cut.

El someter los low wines, los foreshots y los feints de nuevo a la primera destilación responde, simple y llanamente, a una razón: obtener más whisky (no en vano, los escoceses tienen la misma fama en Reino Unido que los catalanes en España). Pero siempre de buena calidad, ojo.

Y el cut pasa, finalmente, para su envejecimiento, a barricas de roble francés o americano, y generalmente, ya usadas (las botas jerezanas, cada vez más difíciles de encontrar a un precio razonable, son las más cotizadas). ¿Por qué son usadas? Podríamos ponernos poéticos y decir que por el alma que puedan tener, aunque pesa más el hecho de que una barrica nueva absorbería una gran cantidad de whisky (y los escoceses son, como ya se ha dicho, algo agarradetes).

Las barricas se someten a un tostado previo: se enciende fuego dentro para quemar la madera y generar un carbón que, durante el envejecimiento, irá limando impurezas (la legislación escocesa prohibe el filtrado con carbón activo, muy característico, por ejemplo, de los bourbon).

El próximo día hablaremos del envejecimiento y el embotellado.

Foto: Barricas de whisky de malta escocés.

viernes, 13 de febrero de 2009

No pierdas la cabeza por el cuello


A la hora de vestirse hay un detalle al que no siempre prestamos (sobre todo los caballeros) la debida atención, y es la elección del cuello. Nos gusta una camisa, su estampado, y no nos fijamos en si el cuello es el adecuado para el uso que pretendemos darle.

Por ejemplo, no debería, aunque hoy día sea habitual ver a caballeros así, combinar traje de chaqueta, corbata y camisa de cuello abotonado, que es un cuello de sport (o leisure wear, que se dice ahora) y no es el más adecuado para combinar con una corbata. Ya no sólo es cuestión de abotonar o no el cuello, sino que, además, suele ser un cuello menos rígido que nos hace perder buena parte del apresto que pretendemos nos den el traje y la corbata.

Yo, personalmente, prefiero el cuello inglés, que es el cuello de las camisas de vestir por excelencia. Rígido y con los picos largos. No tanto el italiano, más estrecho y con la abertura frontal más ancha (salvo que lleve una corbata de tejido consistente y con un nudo gordo). Yo jamás me pondría (y creo que eso sólo queda bien a los que TODO les queda bien, como Clooney o Pitt) una camisa con cuello italiano y corbata italiana (finita y larga).

Hay un punto intermedio, que algunos llaman el cuello de abertura mediana. Quizás sea la opción más equlibrada por cuanto el inglés da un aspecto demasiado altanero y "estirado".

También son de general aceptación como "de vestir" el cuello redondeado (que a mi no me gusta especialmente) y el de puntas separadas (donde ya entran factores como qué corbata llevamos o, incluso, la moda).

Y si bien es cierto que hay ciertas normas básicas del protocolo, no lo es menos que, por un lado, también hay que elegir el cuello de acuerdo con nuestro físico, y que la etiqueta se ha relajado bastante en estos días y es habitual la supresión de la corbata y ver combinaciones antes impensables (algunas de las cuales son muy del gusto del que suscribe) del traje de chaqueta con camisas de cuello tipo polo, camisetas con cuello a la caja (en primavera y verano) o jerseys de cuello alto (o de cisne).

Luego hay cuellos específicos como el de frac (entiendo que sólo debe combinarse con la vestimenta que le da nombre), o el alzacuellos (vetado a los sacerdotes pero con que me da la impresión de que daría un tremendo sex appeal si se laicizase su uso).

E incluso cuellos muy especiales como el cuello Mao, bonito, estético, pero especialmente difícil de combinar con gusto. Si quieren mi opinión, sólo me pondría camisa con cuello Mao sin traje y con un pantalón tipo kimono, en Japón o en alguna situación que resultase adecuada para ir así (no sé, ¿cenita japonesa en la intimidad?). O bajo un traje con cuello Mao. Problema: Es tan llamativo que con una puesta, "quemamos" la prenda y no podemos volver a exhibirla de nuevo (aunque esto a las mujeres no les supone un problema, antes bien lo contrario).

Luego, podríamos hablar de si el cuello debe ser del mismo color y estampado que la camisa (a mi no me desagradan las camisas de color o rayas con cuello blanco, por ejemplo) y de otras mil cuestiones. Pero eso lo dejamos para otros post.

El caso es que, a la hora de elegir camisa, les aconsejo se fijen en los cuellos. Si tienen la suerte de tener su sastre de cabecera o de ser asiduo del bespoke (del que ya hablamos en este blog), estírense un poco, y que les hagan no sólo el traje, sino también algunas camisas. Seguro que le asesoran debidamente y sale usted hecho un primor.

Y no olviden que, en cualquier caso, la camisa es parte de un todo... elijan el traje y la corbata adecuados, teniendo en cuenta colores, estampados, anchura de la corbata...

¿Qué quieren que les haga? Me gusta no ser el único hombre elegante de una reunión.

Foto: Unas camisas de Henry Poole & Sons, uno de los más reputados sastres de Saville Row